Esta vida, que bien podría ser una antesala del infierno, plagada de desengaños, horrores, pérdidas, abandono, indiferencia…DOLOR, en definitiva. Dolor en todas sus formas, alimento para el monstruo que todos llevamos dentro, que nace con nosotros y crece en cada descuido, en cada momento en el que la tristeza, la ira, la derrota, la desesperación hacen mella en el corazón. Ese monstruo, nuestra herida que pide a gritos una cura, un imposible porque en esta vida no hay tregua. Ese monstruo, que si tuviera un nombre bien podría ser Frankenstein. “Que vine a este mundo para ser abandonada. Que estoy irrevocablemente sola.” (Mary Shelley)